viernes, 25 de enero de 2008

¡Apostemos por una info-ética!

La comunicación tiene una influencia, un poder de sugestión, una incidencia en la vida de las personas tan grande, que hace necesario comprometerse con unos principios rectores, pues está en juego el bien de las personas.
Cuando hablo de sostenibilidad lo hago en este contexto: el periodismo debe abordar los retos del presente, sin comprometer que las futuras generaciones puedan afrontar los suyos. Esto nos habla de responsabilidad: ¿qué mensaje estamos enviando a los líderes "del mañana"? ¿Que todo vale?, ¿que el fin justifica los medios?... ¿Se podrá mantener nuestro modelo de comunicación? Pienso que la comunicación sostenible no es un "hit and run", una patada hacia delante; sino una propuesta de comunicación comprometida no sólo con los hechos, sino con las personas: lectores, oyentes, telespectadores, internautas,... a ellos se debe el comunicador (no tanto al medio de comunicación al que pertenece). En este sentido, la comunicación tiene mucho más de servicio que de negocio.
La comunicación podría actuar como un catalizador, como un dinamizador de lo que ocurre en el mundo, al margen de los intereses de unos pocos. En este sentido, sintonizo con el reto ético que propone Ratzinger: ¡la comunicación puede hacer cambiar tantas cosas a nivel social! Los intereses económicos e ideológicos, en la medida que se erigen como fin, torpedean estos ideales.

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