Actualmente, quien más quien menos acude a un gimnasio, en el que le ofrecen un entrenador personal; controla su dieta personalmente, o con algún “dietista”; cuida su forma de vestir, pues la publicidad le ha dejado muy claro que ha de ser un reflejo de su personalidad. Como nos gusta cumplir con uno de los cánones de la belleza actual, estar morenos, somos capaces de pasar largas horas al sol, o recurrir a centros de bronceado. Por otro lado, el gasto en cosmética es abrumador, pero la convención social parece que lo exige. Algunos acuden a la cirugía estética, para paliar lo que ven como defectos; el recurso a lo “natural” lleva a abrazarse a las medicinas alternativas. En definitiva, parece que la imagen personal y el cuerpo, a día de hoy, nos llevan mucho tiempo, dinero y atención. ¿Es esto malo en sí mismo? No tiene por qué. Aunque hay un gran riesgo de que estas actitudes se conviertan en una obsesión, si no se conjugan con valores que no sean estrictamente físicos.
Observando las campañas en las que han participado Rafa Nadal o David Beckham, se constata que no sólo se recurre a la popularidad que tienen por su calidad deportiva, sino que el argumento publicitario se centra en su belleza o atractivo corporal-atlético. A los deportistas se les están abriendo las puertas de una admiración estética.
La generalización de los gimnasios como oferta moderna de deporte para estar en forma, en el que ofrecen un plan personal de entrenamiento, es un hecho. Si uno entra a analizar la actividad que allí se realiza, ¿no es todo demasiado individualista?: deporte no relacional, música individual, lucha con uno mismo, auto-observación continua. Basta con fijarse en la evolución de la práctica del deporte: hemos pasado de verlo como mero goce y desconexión de la rutina diaria, a percibirlo como una actividad saludable. O con la preocupación por la alimentación, ha trascendido el nivel familiar hasta llegar a que las empresas también deban respetar estas exigencias de la alimentación saludable. Nace una nueva cultura gastronómica. Nunca como ahora habíamos prestado tanta atención a la letra pequeña de los componentes nutritivos y energéticos de la comida. Nace el fenómeno de convertir el propio cuerpo en un proyecto, en un reto,…
Cuando las personas ven su cuerpo como un proyecto personal, se entiende que hay que tender hacia la perfección que nos proponen los cánones de belleza que dicta el establishment de la moda y la publicidad. En este marco, el negocio de la cirugía estética ha surgido como solución a las imperfecciones del propio cuerpo, y como solución ante la imposibilidad “natural” de conseguirlo. El auge de la preocupación por el estado de salud, quizá debería estudiarse si estamos fomentando actitudes aprensivas. Lo que sí está claro es el nacimiento de las medicinas alternativas, como medicina moderna, natural. La salud se ha convertido en una moda postmoderna.
La proliferación de la cosmética con cremas, lociones y tratamientos de todo tipo, son noticia en cuanto que el hombre ha entrado también en un circuito que le era ajeno. Nuestro neceser ha pasado de contener lo necesario para la higiene bucal -la colonia y el peine, el kit de afeitado y el desodorante de rigor- a añadir una loción para después del afeitado, fijador o espuma, en algunos casos un secador, hilo dental o enjuague bucal para los más puristas. Es evidente que la vanidad no es una prerrogativa exclusivamente femenina.
Aunque somos conscientes que nuestra preocupación por la imagen es excesiva, nos sentimos parte de la obra de teatro que se representa en nuestro tiempo, y parece razonable no querer desentonar; quizá otros admitan que la belleza, como parte de la juventud, es un juego, pero esta respuesta tan superficial no es más que una huida hacia delante. También puede ocurrir que el lector relativice lo leído en estas lineas, aduciendo que sólo se ve reflejado en parte, o que se trata de una exageración. En cualquier caso, no pretendo adoctrinar, sino más bien sugerir una reflexión: pienso que centrar nuestra atención en hacer de nosotros mismos un modelo lo más bello posible, que nos haga “sentirnos bien” con nosotros mismos, no es suficiente. Parece que intentemos que la identidad corporal substituya a la psíquica, quizá porque la primera es más fácil de construir que la segunda, pero queda en nada, es humo que se esfuma. Como somos mucho más que lo corporal, debemos centrar nuestros esfuerzos en descubrir que el atractivo de las personas está en su interior.
sábado, 10 de noviembre de 2007
El propio cuerpo como proyecto
Publicado por Jordi Pujol Soler en 20:00
Etiquetas: comunicación, ética, moda
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